Eduardo J. del Rosal Fernández
Cristóbal vio la luz en la localidad de
Marbella, un día de febrero de 1920, en una familia numerosa de humildes
trabajadores del campo. Por tanto, desde muy niño vivió los avatares de su
padre para conseguir el famélico jornal, el ir de campo en campo, de trabajar
de sol a sol, de los periodos de paro forzoso, de hambre. Esa era la vida del
jornalero andaluz.
Siendo muy niño, a
la edad de 8 años, se ve en la necesidad de ayudar en el sostenimiento de su
casa y empieza a realizar faenas agrícolas, teniendo que vivir fuera del hogar
familiar. Esa vida del jornalero español, que venía arrastrándose durante
lustros y que en plena dictadura de Primo de Rivera y con la República se hizo
insostenible e insoportable para la masa de trabajadores, es el caldo de
cultivo para que Cristóbal empiece a ser consciente de la explotación inhumana
de que eran objeto. Empezaba a adquirir conciencia de clase.
Cuando Cristóbal
tenía 15 años trabajaba de auxiliar de las cuadrillas de obreros acarreando
agua y haciendo otras faenas ligeras. Era 1935 trabajaba en una constructora en
Fuengirola que realizaba unas obras de conducción de agua y fue reprendido y
amenazado de despido por un capataz. Todo ello por no ser capaz de acarrear más
agua para sus compañeros de trabajo. Y fue allí donde aprendió la primera
lección de solidaridad obrera, cuando un delegado de la UGT le exigió al patrón
que contratara a otro chaval para el trabajo que hacía Cristóbal y las
cuadrillas se negaron a trabajar hasta que consiguieron el compromiso del
capataz de que contratarían a otro joven.
Esta lección
sindical provocó en Cristóbal una admiración profunda por este sindicalista que
“leía en voz alta, solemne y grave” un periódico que hablaba de Rusia,
de socialismo y del peligro fascista. Y él que apenas sabía leer y escribir
decidió ir a la escuela nocturna, a varios kilómetros de su domicilio, porque
quería leer estos periódicos que hablaban de cambio y de lucha.
Las elecciones del
Frente Popular, en febrero del 36, las vivió con la mayor de las esperanzas, no
se perdía ni un solo acto, era el momento en que la juventud se creía capaz de
construir su futuro, ellos mismos serían capaces de vencer al fascismo y de
construir un mundo nuevo donde la justicia social imperara sobre la histórica
voluntad de oligarcas y caciques. Ese protagonismo de la juventud republicana,
socialistas, anarquistas, comunistas, lo vive Cristóbal ingresando, junto a
otros tres amigos, en las Juventudes Comunistas, que en aquel momento
proyectaban su unidad con los jóvenes socialistas para crear las JSU.
A la euforia de la
victoria del Frente Popular, de sacar de las cárceles a los presos políticos y
sociales del periodo de dominio de las derechas, el denominado “bienio negro”,
de la recuperación de las libertades perdidas, de los centros obreros que
volvían a abrir, de la recuperación de la legislación social del primer bienio
y en definitiva de recuperar el proyecto de futuro que las izquierdas encarnaban.
Pronto Cristóbal empieza a ser consciente de las dificultades, así ve como los
patronos comienzan a negar nuevamente el trabajo a los obreros, ve como algunos
incluso prefieren arrancar hectáreas de vides completas antes que le obligaran
las autoridades a laborear sus fincas. Era la intransigencia despótica de
quienes siempre habían dominado la vida de los trabajadores y se negaban a
perder su status de poder y entonces soltaban como un puñetazo: “Que te dé
trabajo la República o el Frente Popular”.
Otro hecho vivido
por Cristóbal y que le conmocionó profundamente fue el asesinato del concejal
comunista del Ayuntamiento de Málaga, Andrés Rodríguez, apenas un mes antes de
que se produjera el Golpe militar que lo arruinaría todo, asistiendo al
multitudinario entierro del tan querido dirigente comunista lo que le influyó
decisivamente para que una vez superado el siniestro periodo de la dictadura
franquista propusiera a su Agrupación comunista de Carranque el nombre del
histórico dirigente y a profundizar en el estudio de su vida y lucha, para
ejemplo de las generaciones futuras.
Cuando el Golpe fascista, del 18 de julio, y
el capitán Huelin con una Compañía del Ejército recorre las calles de Málaga,
al son del tambor, Cristóbal ocasionalmente se encuentra en la capital junto a
su camarada Cuevas y es espectador privilegiado de los primeros disparos y de
la movilización de la juventud para abortar la rebelión militar y permanecerá
en la Casa del Pueblo hasta bien entrada la noche en que pudo volver a su pueblo.
La guerra se había
abierto paso en nuestra España, todas las esperanzas e ilusiones se empezaron a
congelar ante la sangre de tantos inocentes muertos, pero también nuevas
expectativas se abrían en medio de la tragedia, era la disyuntiva: República o
barbarie. Cristóbal nunca lo dudó, optó por defender al Gobierno legal y
democráticamente constituido, al lado de su Partido, el PCE e intenta alistarse
en una de las Compañías de Milicias que se organizaban para hacer frente al
fascismo, con más ilusiones que medios. Pero dada su juventud no se lo
permitieron sus camaradas viendo frustradas sus expectativas de combatir
también.
Cuando se produce
la pérdida de Málaga, por el abandono del Gobierno de entonces y también por la
manifiesta indisciplina de algunos sectores malagueños, Cristóbal se ve
abocado, junto a sus familiares, a salir por la carretera que lleva a Almería,
que él llama “de la muerte” . Esta trágica experiencia, sin duda, lo
marcó definitivamente en su vida, aquella marea humana que horrorizada huía
siguiendo la línea de costa y que era hostigada por la siniestra escuadra
franquista y la aviación italo-alemana, con sus continuos y estremecedores
bombardeos y ametrallamientos. Cristóbal lo reconoce en uno de sus libros
diciendo: “Aquella marcha llena de horror y muerte dejaría en mí una huella
imborrable; el mundo no sería igual para mí a partir de aquella espantosa
experiencia personal”. Aún hoy el recuerdo de estos fatídicos hechos le
turba hasta hacerle asomar alguna lágrima, expresando su inmensa capacidad para
conmoverse con el sufrimiento de sus semejantes, algo imprescindible en un buen
comunista.
Cristóbal no
consiguió llegar a Almería al ser alcanzado por las tropas italo-fascistas fue
obligado a volver a la Málaga ocupada, la Málaga de las ejecuciones en masa, de
los campos de concentración de la Aurora y de Torremolinos, de los perseguidos,
de las torturas. En este estremecedor escenario buscó su familia refugio en una
chabola próxima a los Guindos donde estuvo unos meses y sin apenas salir a la
calle por temor a la feroz represión de los “vencedores”. Había llegado el
periodo más negro de la historia de España, la dominada por los aliados del
nazismo alemán y del fascismo italiano, con la inmensa capacidad de horror y
deshumanización de que eran capaces y también “los años del hambre” recordadas
por todas las familias humildes de nuestro país. Es en los comienzos de ese
periodo que Cristóbal es llamado a filas y tiene que incorporarse al ejército
que más repudiaba y que él considera como una etapa que consideraba más dura y
humillante que la que ya había pasado.
A mediados de 1945
es licenciado y rápidamente se incorpora al trabajo clandestino del PCE, aunque
ya había contactado con el Partido mientras era soldado, y en poco tiempo,
lleno de entusiasmo organiza tres células en distintas barriadas de la capital
y dedicándose de lleno a impulsar el Socorro Popular Pro-Presos, manteniendo
contactos con los familiares de detenidos y encarcelados y recolectando ayudas
para ellos, los que más lo necesitaban. Eran tiempos en que realizar algunas
pintadas o repartir unas pocas octavillas comportaban un riesgo, a veces
mortal, y que ocasionaban en muchas ocasiones detenciones, torturas y cárcel.
Los órganos de dirección del Partido frecuentemente eran desmantelados por la
policía franquista y los contactos se perdían y una de las veces se decidió
constituir un Comité provincial suplente de jóvenes y sin antecedentes
políticos y con los contactos necesarios para que una vez caído el órgano de
dirección se retomaran los enlaces. En este Comité fue encuadrado Cristóbal y
desde este vive la detención del heroico guerrillero Ramón Vía, que fue
brutalmente torturado durante quince días en los calabozos de la Comisaría, y
su posterior escapada junto a otros camaradas el 1º de mayo de 1946 y que
posteriormente fueron asesinados por la Guardia civil.
Apenas un mes y
medio de estos trágicos hechos Cristóbal es detenido por primera vez, así como
a otros de sus camaradas, por la Brigada Político-Social y conducido a
Comisaría y durante días interrogado con suma dureza y es enviado a la Prisión
Provincial de Málaga, donde estaría unos meses, los suficientes para
impregnarse de una nueva manera de organizarse dentro de la cárcel. Allí el
Partido defendía la dignidad de los presos políticos, se preocupaba de mejorar
la alimentación de los enfermos, se repartían los recursos existentes para
sobrevivir al inhumano trato carcelario de la dictadura y no dudaba en realizar
plantes para exigir mejoras en el trato y la alimentación. Y por otro lado el
Partido vivía preocupado por la formación política y cultural de los militantes
dando cursillos y buscando los medios para entrar y sacar noticias
clandestinamente del presidio. Así cuando le dieron le dieron la libertad
atenuada en octubre de 1946 realiza la peligrosa tarea de sacar un documento
con un informe del Partido en la prisión, de manos de Antonio Álvarez Cabeza,
responsable político del interior.
Cristóbal nada más
de salir de la cárcel nuevamente se reintegra en la lucha clandestina lo que le
ocasiona que apenas diez meses después sea nuevamente detenido, el 16 de
noviembre de 1947, por la guardia civil y en el Cuartel de Nateras tras tres
días y tres noches de monstruoso interrogatorio, de terribles torturas,
teniendo que ser trasladado a rastras, ya que no se podía sostener sobre sus
piernas, a la Prisión Prov. En la causa vista por el Juzgado Militar fueron
procesados numerosos camaradas entre ellos cuatro fueron penados a muerte,
entre ellos Alfredo Cabello Gómez de Acebo, jefe de la guerrilla en Málaga, dos
obreros de RENFE y un jornalero del campo. Cristóbal sale en libertad el 31 de
julio de 1948.
Cuando sale de la
cárcel se encuentra con el Partido prácticamente desmantelado por lo que junto a
camaradas veteranos como Silva Medina lo reorganizan de nuevo en la provincia
llegando a ocupar en distintas ocasiones los cargos de secretario Político del
Comité provincial del PCE clandestino. Es un periodo que avanza la organización
obrera del Partido en RENFE y en la S.A. VERS se mantienen contactos con el
Comité Central mediante las figuras de José Benítez Rufo y Félix Cardador. Y
cuando el PCE lanza, en 1956, la política de Reconciliación Nacional, hecho que
ocasiona incomprensiones internas de los militantes, Cristóbal es un decidido
impulsor de la misma intentando convencer a sus camaradas de la gran
importancia que esta nueva política tenía para el futuro, demostrando su amplia
capacidad de apertura y de reconocer cuando es el momento de renovar las
políticas para impulsar las luchas por la libertad y la democracia. El 9 de
enero de 1961 es nuevamente detenido en la Campaña por la Amnistía, padeciendo
tres días de brutales interrogatorios en los calabozos de Comisaría, era su
tercera detención y tras cuatro meses es enviado a la prisión de Carabanchel y
a mediados de agosto de 1961 trasladado
al Penal de Burgos del que salió el 24 de diciembre de 1963. Tras de lo cual
pide al Partido un largo “descanso” en la actividad clandestina, no asumiendo
responsabilidades, para rehacer la economía y la vida de su familia, pero
siempre manteniendo el contacto con su Partido.
Cuando se inicia la
transición Cristóbal ve el momento de reincorporarse a la lucha y organiza una agrupación
comunista en la barriada de Carranque y cuando llega la legalización del PCE,
en abril de 1977, esta organización la componían doscientos militantes,
fundando la Agrupación “Andrés Rodríguez” en la cual militaba hasta su fallecimiento, el 23 de julio del 2013, y
siendo miembro del Comité Provincial del PCA de Málaga. Y además dedicó un
esfuerzo titánico a intentar dotar a las nuevas generaciones de memoria
histórica, de lo que fue la lucha democrática por la República, por derribar a
Franco y sus asociados que expoliaban a España y la corrompían, por hacer conocer
la historia de su Partido, el partido de Dolores, de Pepe Díaz, de Enrique
Lister, de Cayetano Bolívar, Andrés Rodríguez y Rodrigo Lara, y de tantos
luchadores fusilados, torturados, encarcelados y exiliados. Ahí están sus tres
libros: “Mi juventud y mi lucha” (1993) y “El PCE que viví en Málaga”(2004),
“Penal de Burgos. 1940-1965” (2006) y
también “Breves apuntes históricos del PCE. 1920-1977” (1997). Así como
sus colaboraciones en trabajos de investigación de historiadores de la
Universidad y en documentales periodísticos sobre los acontecimientos acaecidos
durante la guerra y la represión franquista.
La trayectoria
vital de Cristóbal Criado Moreno es un
ejemplo de tesón en la lucha contra la tiranía y representa como nadie un
conjunto de valores: el coraje, la dignidad, la solidaridad, el espíritu de
sacrificio, la entrega a los demás, la coherencia en los principios, la
renuncia a una vida personal y la lealtad a la causa de la libertad y el
Socialismo.